El agridulce sabor de vivir en el extranjero

Si a la señora de la panadería no le gusto tu cara, es normal, no le va a gustar ni a la del supermercado, ni a la de la droguería, esta gente por aquí es rara. Si te fue bien en el Stamdesamt, te va a ir mal en el Jugendamt y ni se diga como te va a ir en el Bürgeramt. Llueve, nieva, si no llueve y nieva, si sale el sol llueve, si no llueve ventea, lo que sea que pase a mi me encanta, me gusta el caos, la confusión, sentirme discriminada pero también amada, lo que sea que pase en este día a día también me hace entrar en melancolía, y de ahí que me pregunto.. Que hago aquí? Hijas hay días que me sigo haciendo esta pregunta. Y aunque llevo sumados más de 6 años fuera de mi país de origen, me lo sigo preguntando. Más cuando pienso en el año tan duro que a vivido mi familia, este 2017 fue devastador y yo no estoy ahí.  Hay gente que piensa que la vida al final te va llevando y que así encontraras tu sitio. Pero para mi es una actitud ante la vida demasiado triste, muy pasiva, totalmente conformista, y si, al final la vida te va llevando,  si, pero es para tomar decisiones, y así se me pasa la pregunta la respondo, y aquí estoy haciendo lo que en este momento me llena, me reta y me da felicidad.

Sin embargo durante estos años entendí varias cosas: primera, que formo parte de ese numeroso grupo de jóvenes que motivados o forzados salieron de sus país. En mi caso me convertí en expatriada directamente por reunificación familiar, esposo italiano y las dos pequeñas igualmente con pasaporte europeo; lo curioso es que decidimos que los expatriados seriamos todos, así que con ese “familia aventurera”, hicimos maletas, cogimos un avión y llegamos a Alemania a probar suerte. Aunque era a probar suerte sabia que era la primera vez que abandonaría mi país de forma permanente, lo sentía en el alma.

Durante estos años aprendí a adaptarme a otras formas de vivir y trabajar, aprendí de otras formas de entender la vida, las relaciones humanas, el trabajo, la sociedad y la gestión del tiempo, aprendí a apreciar más otros aspectos de la vida a los que en otras culturas se les da mayor importancia, también aprendí a valorar más lo mío, lo colombiano, mi familia.

También durante estos años he tenido que admitir que a veces siento perder las riendas de mi vida, y que, efectivamente, la vida me ha llevado a vivir en Berlín, lejos de mis amigos y familia, lejos de una carrera laboral, lejos de un idioma. He tenido que admitir que sentía angustia al pensar que todos los sueños que tenía mamá cuando tenía 15 años y los sueños que tenían los abuelos con la mamá, no se cumplirían jamás. Y dentro de esa angustia entré a perderme por los senderos del bosque de la maternidad, llevando hoy a mis espaldas dos valientes hijas, y concluyendo que mis sueños se cumplirían más y más.

También entendí, que hay que tener una mente abierta sin convencionalismos, que el respeto por la cultura, el pensamiento, el estilo de vida del vecino, debe salir del corazón debe ser algo espontáneo, porque hay que ver el mundo sin fronteras!!

En todos estos años, me he rodeado y he construido un universo fabuloso de amor y gente maravillosa, y esta claro que si yo me adapto, si yo acepto esta nueva situación entonces estoy garantizando la felicidad y la adaptación de los míos, de ustedes hijas.

Pero no se engañen. Vivir en el extranjero está lejos de ser un camino de rosas. En el transcurso de los años también me he encerrado en un baño a llorar, también he gritado, he insultado en muchos momentos de bajón. Estar lejos de lo que fue mi infancia genera muchas frustraciones. Conlleva grandes esfuerzos. Y no sólo al principio de la experiencia, sino en continuidad, otras situaciones difíciles aparecen con el tiempo. Buscar donde vivir, solucionar problemas de salud, identificar el estilo para criarlas, resolver cuestiones burocráticas, mantener viva la pasión del matrimonio, manejar cuestiones bancarias, asimilar nuevas reglas, aprender un idioma, hacer la declaración de renta, pasar procesos de selección, crear nuevas amistadas, son solo esas pocas espinas, hay muchas más que el hecho de estar fuera conlleva. No todo es como se ve a través de las redes sociales, esa imagen esta incompleta, en este camino que papá y mamá han decidido andar también hay problemas, malos momentos y más y más retos.

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