Esta vez no estoy aquí para compartirte información sobre crianza multilingüe, esta vez quiero recuperar mi amor por escribir sobre experiencias, en especial las experiencias familiares, oportunidades que hemos tenido viajando por algunos lugares del mundo. Estamos viviendo por primera vez en un pueblo costero.

Hace tres meses nos encontramos en Italia. Viviendo exactamente en la isla de Cerdeña. Dos maletas, dos mochilas y tres niños en compañía. Así abrimos un nuevo capítulo en nuestra vida familiar pero sobre todo queríamos que nuestros hijos tuvieran las hojas en blanco para rellenarlo. No hemos llegado al final pero puedo contarles que por ahora va lleno de colores.

Cambiamos casa, es decir tendríamos un espacio más que por los siguientes cuatro meses llamaríamos casa. Un lugar desconocido para todos, nunca habíamos pisado ninguno de los cinco el sur de esta región italiana.

Aunque existe entre nosotros una sorprendente historia con esta isla, siempre estuvo concentrada al norte y en el centro, ni cerca al mar pero pegada a las colinas, con meses de verano de la infancia de papá, esa historia se llama la abuela paterna.

La llegada fue fría, la verdad preparamos maletas como su nos estuviéramos lleno a vivir a calor del oriente. Fallamos. Hacia tanto frío en Berlín que con tan solo decir Italia, era ya sinónimo de calidez. No fue así, empezando porque las casas de la isla, en especial las que están ubicadas cerca a la costa están fabricadas para aislarse del calor del verano, en otoño/invierno, incluso en primavera no son usadas. Pero bueno durmiendo en colecho, los cinco superamos las primeras dos semanas. 

Llego abril, el calor inicio a sentirse en nuestra piel y así también llego el mood “playa”, “vamos a la playa oh oh oh” se convirtió en el lema de la casa con el paso de los días.

Llegamos a pensar en algún momento en le mes de febrero que iríamos por un periodo de vacaciones, pero en le fondo con experiencias anteriores sabíamos no sería así. Aquí los dos adultos estamos trabajando, él de la barba sus ocho horas al día y aunque mamá bajo la carga trabaja cuatro horas, más… (ya lo sabrás) la mayoría de cosas que conlleva un hogar. Y los niños, ellos también han llegado a integrarse en la rutina de un niño italiano, visitan una institución educativa entre seis y siete horas al día. Vacaciones y relax esta lejos de lo que vivimos durante la semana, porque adaptarse en temas burocráticos, emocionales y sociales de repente a un nuevo país, no ha sido sencillo, además siendo conscientes que todo este esfuerzo es para menos de cuatro meses y no ha termino indefinido.

Pero de los fines de semana y una que otra escapada después de las 4 pm entre semana les compartimos esto:

"Aunque ha sido difícil, repetiríamos esta experiencia muchas más veces"

No puedo amar Italia, se me dificultaría mucho una vida en este hermoso país, si, es cierto aquí  “la vida es bella” pero cuando estás de paso. Y con esa idea es que he logrado disfrutar al máximo esta experiencia familiar… recordando que volveremos a nuestra normalidad y que toda piedra en el camino me la podré sacar rápidamente del zapato.

"Mamá, lo mejor del mar, no es el agua, son las rocas"

Hay dos cosas que si amo de este lugar, porque las puedo hacer en cualquier región de este país (broncearme y comer de maravilla), obviamente a tener en cuenta que este país ha sido el escenario de grandes momentos de nuestra vida, una cosa más que amo de estar en el, es recordar.

Regresando a las dos anteriores nuestro nuestro color de piel ya va del rojo carmín, al marrón moka, pasando por el bronce y seguramente terminaremos con un hermoso marrón caramelo. En cada uno de los integrantes de la familia el color tiene sus propios matices. 

Por el segundo, mis hijos menores han descubierto el amor por las mejillones y de vez en cuando por los calamares. Aunque el único tipo de alimento animal que les ofrecemos es el marino, no han sido por el momento amantes de consumirlo. Se han desarrollado como vegetarianos y seguro cuando regresemos a nuestro normalidad berlinesa continuarán así.  Pero por ahora se han saboreado los platos de mamá y papá.

Mirando el mar de vez en cuando hago ejercicios de respiración, de meditación pero principalmente mirando el mar siento conectarme con el Pacífico y el Atlántico colombiano que solía visitar en mi infancia. Como si salieran raíces de mis pies y llegaran a conectarse cómo redes neuronales con mi familia y los recuerdos que están conmigo desde allá. Con a fuerza que me da hablarles a mis hijos de mi tierra aunque este parada lejos de ella. 

De los colores de este mar que rodea la isla no tengo palabras pero si imágenes, azules que quisiera ver en los vestidos de mis hijos, verdes que espero ver en las plantas de nuestra casa en Berlín y tonos lila de las flores que quiero para mi cabeza. 

Hemos hecho kilómetros juntos por la costa y también en pareja por senderos. Se han enterrado nuestros pies en lo más profundo de la arena dorada y nuestras manos han agarrado sutilmente las sonrisas de sus rostros. Llevo haciendo mil clics en mi cerebro, tomando fotografías mentales que quiero recordar para siempre.

Todavía nuestros aventuras por esta isla no concluyen aquí, en 10 días partimos a darle toda la vuelta dejaremos la costa del sur-oriente para empezar lo que si podríamos llamar vacaciones, el ultimo periodo de esta experiencia la haremos cambiando cada tres días de lugar. 

Los estaremos actualizando 😉

Aunque cada rincón es más sorprendente del anterior, te compartimos las playas favoritas de la Familia Fettuccini de la zona sur-oriente de Cerdeña:

Pequeña pero preciosa: Is Piscadeddus
Un caminata y llegas al paraíso: Porto Sa Ruxi
La favorita de mis hijos menores: Porto Giunco y la parte al fondo de Simius
La mejor cala: Cala Santo Stefano
Nuestra playa del día a día fue: Campus
No perderse: Cala Monte Turno
Kilómetros de playa: Costa Rei

Con cariño,

Laura & Familia

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