Dos hermanas caminan por las calles de Berlín, entre ellas hablan en ruso, gracias a un esfuerzo grande y constante que los padres hicieron años atrás… ríen y van de regreso a casa después de la jornada escolar.  En la siguiente esquina reciben un grito, prohibiéndoles usar esa lengua.  Al siguiente día fue una fuerte mirada, una mirada de rechazo.

Es esto a lo que nos ha llevado la situación actual, a afectar la conexión de muchos niños y niñas con sus lenguas de herencia. Niños y niñas que en lugares públicos se siente incomodos hablando una lengua determinada. Para ser específicos hoy en ida en ruso o en ucraniano. Siento que damos pasos adelantes con organizaciones educativas, activistas en el campo de la integración y el multilingüismo y padres de familia y de repente damos dos pasos hacia atrás como sociedad.

Al finalizar un taller la semana pasada, una mamá rusa con esposo español, se acerco a mi con cabeza abajo, con la intención de hacerme una pregunta que no se atrevió a realizar frente a todo el grupo.  Más que una pregunta fue la necesidad de contención.  Logró comentarme con ojos entre lágrimas que hace un par de días se siente intimidada cuando habla con su hijo en la calle en ruso. Incluso que baja la voz para saludar a sus amigas compatriotas, por el temor a ser juzgada, a ser culpable… 

Y me pregunto… ¿es esto justo?

Hablamos de paz y se manifestaron millones de personas por el mundo en favor a un país, en contra de otro, pero de fondo exigiendo el diálogo y la paz. ¿Es lo qué realmente ejercemos en nuestro entorno?

Muchos actos violentos como estos, porque una mirada intimidante, un frase de discriminación, un comentario culpabilizando a tu cultura o a tu nación es igual de violento que atentar con un supermercado ruso, agredir fisicamente a alguien por su origen o decidir dejar de visitar galerías de arte ruso. 

Cuanto daño y cuanto racismo prospera en esta sociedad, del que se ve afectada la población infantil, porque nos cuesta estar criando para la paz, todavía nos es difícil educar desde el respeto. Estas palabras son una reflexión y un gran apoyo para las lenguas de herencia que en estos momentos se ven afectadas por la perdida de su “prestigio”. 

Porque cada acto de discriminación a una cultura, a su gente es una probabilidad de crecer un niño sin una de sus lenguas de familia.  Esos actos despojan la riqueza cultural y debilitan la conexión de millones de niños con su origen, con la herencia que cada padre desea otorgar a la siguiente generación.  La lengua. 

El domingo 6 de marzo 2022 regreso una de mis mejores amigas que tuve  hasta el 2021 en la ciudad de Berlín. Llego de Rusia escapando de la situación con su esposo y su hijo.  Pero lo que nadie sabe es que había decidido irse de la ciudad 10 meses atrás buscando esa concesión con su ser, con sus tradiciones y llena de esperanzas de saber que era el momento de vivir su país de origen con su hijo.  Duro poco ese sueño de madre.  Ahora los tengo a mi lado, a ella en lágrimas con temor avergonzarse por siempre de lo que es su país y no poder brindarle estabilidad a su hijo. 

Son miles de familias en esta situación, se encuentran por todo el mundo. Se enfrentan a un reto a un más grande en este camino de la crianza bi/multilingüe en el extranjero.

Animo.

Con cariño,

Laura

(foto: 2017, Berlín. Almorzando con mi amiga rusa y los niños)

 

También te puede interesar

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.