Parada en el centro del mundo mi corazón y alma vacía, mis ojos asustados e inquietos observan mi alrededor. Estoy en mi Valle del Cauca que linda sensación. Conozco este lugar me parece familiar, entonces recordé a mi tierra querida, mi pueblo que me vio danzar.
En aquellos valles de viejos ferrocarriles, que pueblan la tierra donde yo nací, entre verdes valles, altas montañas y alegres arroyos amados por mí, viven encerrados recuerdos hermosos, grandes aventuras, sueños caprichosos. Aromas de flores, perfume de caña, brisa de mar. Mi valle del Cauca ahora te quiero mucho más.
Esos arrayanes verdes cubriendo la orilla de las carreteras, con puentes amarillos y vientos de guerra. Pequeños negocios de fruta fresca son el descanso de una sociedad pintoresca. A la sombra grande de la vieja ceiba, nos comemos todos un cholado mirando pa’rriba. Se busca descanso bajo el sol ardiente y mientras tanto me tomo un aguardiente.
Que tardes aquellas en las que me sentaba acompañada con una empanada y una bella amiga. Que caudal hay por los ríos, en la mano una cocada y un mango amarillo. Ser justo y honrado, personas de bien. Lo decía mi abuela y a rezar también. Al señor de la esquina un saludón, que vende caramelos, dulces, chicles y turrón; venden juguetes, minutos, cigarros, que compramos todos con gran ilusión. Vallunos somos los que una vez al año, pueden derrochar lo que en todo el año supimos ahorrar. Para eso hay feria, para disfrutar.
Esta es mi tierra bonita, con cholado y algo más. El cantar de las aves nunca va a parar. De Amaime a Pavitas, de Yotoco a Dagua, aunque todos nos quedemos a dormir en Candelaria. Me voy soñando con guarapo y me queda en la lengua el sabor de la caña y hoy le digo adiós a estas montañas.